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6 preguntas claves sobre los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola

Los Ejercicios Espirituales, escritos por Ignacio de Loyola, son un tesoro de la mística cristiana y, por qué no decirlo, del patrimonio espiritual de la humanidad. Llevan siendo practicados por casi 5 siglos por millones de personas alrededor del mundo. Te ofrecemos una introducción básica para entender: ¿Qué son los Ejercicios Ignacianos?, ¿En qué consisten?, ¿Cómo se hacen?, y algunas cosas más.



¿Qué son los Ejercicios Espirituales?


Son la obra más importante de san Ignacio de Loyola. En ellos se define un itinerario espiritual que conduce al ejercitante a tener un encuentro muy profundo, consigo mismo y con Dios. El santo escribió un conjunto de instrucciones precisas para guiar a aquellos que quisieran profundizar su relación con Jesucristo, destinando un tiempo específico para alejarse del ritmo cotidiano de la vida y así poder entregarle generosamente nuestro tiempo.


Todas las personas tenemos un potencial enorme. Hemos sido dotados con talentos únicos que no siempre logramos aprovechar para amar; en parte, porque desconocemos todo lo que somos; también, porque no pocas veces caemos presas de nuestro propio egoísmo, nuestros miedos y nuestras heridas. El camino llevará al ejercitante a descubrir de una forma nueva su propio corazón, iluminar con la misericordia divina sus rincones oscuros, y librarse de todas las ataduras que no le permiten vivir a la altura de su potencial. Esto es dar fruto, hacer de nuestra vida un lugar fecundo. Por eso dirá Ignacio:

“Los Ejercicios son todo lo mejor que puedo en esta vida pensar, sentir y entender, para que el hombre se pueda aprovechar a sí mismo, y para poder fructificar y ayudar a otros muchos”.

¿Cómo son los Ejercicios Ignacianos?


El autor los define de la siguiente manera:

“se entiende todo modo de examinar la consciencia, de meditar, de contemplar, de orar vocal y mental, y de otras espirituales operaciones” (EE1).

Es decir, se trata de unas actividades concretas que, en su mayoría, implican diferentes manera de orar, pero que no se limitan solo a eso; hay otras prácticas que serán de mucha importancia y que involucran aspectos tan diversos como la comida, el sueño, los tiempos libres, etc. Dicho esto, para Ignacio el ejercitante debe disponer de todo su ser y todas sus dimensiones pues el camino espiritual lo involucra todo.


También dirá san Ignacio:


“Porque así como el pasear, caminar y correr son ejercicios corporales; por la misma manera, todo modo de preparar y disponer el alma para quitar de sí todas las afecciones desordenadas y, después de quitadas, para buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida para la salud del alma, se llaman ejercicios spirituales.” (EE1).

Se llaman Ejercicios porque demandan, como la actividad física, un esfuerzo. Nadie puede ejercitarse por mí. Yo soy el protagonista de mi camino; no puedo asumir un rol pasivo y escuchar algunas charlas, debo ponerme en movimiento y dar mis propios pasos.


Este esfuerzo consiste en tres partes. Primero, “preparar y disponer el alma”. Dios está sediento de entregarse a nosotros si se lo permitimos. Nuestra tarea no es alcanzar, fruto exclusivo de nuestro talante, la recompensa de Dios; lo que Él tiene para darnos, nadie podría “ganarlo”. Es una gracia. A los sumo, podemos preparar y disponer el terreno. Segundo, “quitar de sí todas las afecciones desordenadas”. Antes de plantar debemos retirar del terreno la maleza, todo aquello que nos resta vida y comunión. Tercero “después de quitados, buscar y hallar la voluntad divina en la disposición de su vida”. Libres de nuestros desórdenes podemos escuchar y discernir las invitaciones y llamadas que nos hace Dios; llamadas que nos conducen a la plenitud.


En el texto encontramos explícita la finalidad de los ejercicios de la siguiente manera:

“Ejercicios Espirituales para vencerse a sí mismo y ordenar su vida, sin determinarse por afección alguna que desordenada sea.”

El orden es un componente central de los ejercicios. Desde la estructura de cada oración y de la jornada, hasta los afectos que nos permiten poner cada cosa de nuestra vida en su lugar. La oración germina en el orden; y el orden, en la oración. Imagina el ejercicio de ordenar un armario; primero debes sacar todo, deshacerte de lo que ya no necesitas y luego cada cosa va encajando en su lugar con armonía. Asimismo, cuando permito que Dios ocupe su lugar en mi vida se recupera el equilibrio, el balance y la armonía con todas las cosas: en la relación conmigo, con los otros y con el planeta.


Los Ejercicios se dividen en cuatro etapas; aunque se llaman semanas, no se corresponden a 7 días. Se trata de cuatro fases a través de las cuáles se va profundizando en la relación con Dios. En la primera, el ejercitante experimenta la misericordia de Dios y su presencia en su vida; en la segunda, pone su mirada en los misterios de la vida de Cristo y se deja instruir por él, como los discípulos en el evangelio; en la tercera, contempla el misterio de la pasión y muerte, y en la última, se sumerge en la vivencia propia de la resurrección.


El recorrido ignaciano se vive bajo la guía de un acompañante de ejercicios. Cuando hablamos de acompañante no nos referimos a un predicador o formador; tampoco es un terapeuta o coach; su papel es otro. Ignacio dirá que es quien “da a otro modo y orden”. Es decir, ayuda a quien toma los Ejercicios a navegar por el método: qué orar y cómo hacerlo. Por otra parte, sirve como un eco, un interlocutor con quien tomo consciencia de las mociones que surgen en mi interior, e ir afinando el discernimiento. Es una relación que está fundada en la confianza y el más genuino deseo de salvación para el otro.


El camino de Ignacio y los Ejercicios


Su camino espiritual inició en Loyola, donde tuvo que pasar una larga temporada postrado en cama a causa de una herida de guerra. Él, de una familia noble, pasaba sus días fantaseando con la idea de ser un Caballero en pleno siglo XVI español. En su primea batalla cayó herido por una bala de cañón que lo tuvo postrado meses en su habitación. Allí notó como la lectura de la vida de Jesús y de los Santos dejaba en él un “gusto” que permanecía en el tiempo; mientras que, con las novelas de héroes y caballeros que le encantaba leer, apenas terminaba, se desvanecía toda la alegría.

Decidió peregrinar a Jerusalén, pero su viaje se vio interrumpido por una estancia que habría de cambiarlo todo en él. Por su cercanía al monasterio de Montserrat, se instaló en Manresa, un poblado de Cataluña, cerca a Barcelona. Allí se retiró a una cueva donde pasaba muchas horas haciendo oración; esto lo combinaba el servicio en el hospital del pueblo. En estos meses referirá que Dios los trataba como un maestro a un estudiante, enseñándole acerca de los movimientos interiores y el discernimiento espiritual. En esta cueva escribió la columna vertebral de los Ejercicios; texto que completó con el paso de los años a partir de lo que notaba era provechoso para él y para quienes acompañó.

Como todos los manuales, no fue escrito para ser leído de comienzo a fin. Es más, Ignacio llegó a recomendar que el ejercitante no tuviera acceso al texto, sino que fuera el acompañante quien entregara, uno a uno, los ejercicios o puntos para la oración. Los Ejercicios son un itinerario para ser experimentado y gustado y no una obra para ser “estudiada”.



¿Cómo hacer Ejercicios Espirituales?


Hay diferentes modalidades para participar de los Ejercicios de forma presencial.


Ejercicios de mes: Fue la manera como Ignacio los concibió. El ejercitante, por tiempo aproximado de 30 días en silencio, se aleja de su trabajo, familia y amistades. Allí se vive el itinerario completo tal como fue escrito.


Tandas de Ejercicios de 3 a 10 días: Por un tiempo que suele variar entre 3 y 10 días, el ejercitante se acerca al proceso desde una síntesis de todo el camino; o bien, de forma personalizada. En este caso el acompañante ayuda a discernir los ritmos y necesidades de cada proceso.


¿Cómo hacer Ejercicios Espirituales en casa/online?


Desde los primeros días, Ignacio recomendaba que se le dieran los ejercicios en la vida corriente a quien no pudiera disponer de los medios para alejarse un mes de todas sus actividades. Es un camino que transforma la cotidianidad en un retiro espiritual. Sin duda que los avances de las telecomunicaciones nos permiten descubrir cada vez más novedosas maneras para que los interesados puedan, desde cualquier lugar del mundo, disponer de material y ayudas necesarias.


En nuestra propuesta de “Ejercicios Virtuales”, necesitas disponer entre 40 minutos a una hora diaria para la oración. En la sección “Guías de Oración” encontrarás, completamente gratis, el material para que puedas hacerlo a tu propio ritmo, con o sin acompañamiento.


¿Pueden hacer los Ejercicios personas de diferentes tradiciones religiosas?


Sí.


Es creciente el número de personas provenientes de tradiciones religiosas distintas al catolicismo que participan y acuden a ellos por la fuerza y sabiduría espiritual que guardan. Los cristianos de diferentes denominaciones sin duda encuentran en ellos una fuente muy importante para su relación con Jesús, pues los Ejercicios nos llevan a profundizar en el discipulado a partir de los textos del evangelio.


Por otra parte, personas con búsquedas místicas en otras corrientes también beben con frecuencia de este manantial. Son muchos los estudios comparativos entre Ejercicios Ignacianos y las prácticas y tradiciones ascéticas orientales.


¿Puede cualquier persona realizar Ejercicios?


No.


Atravesar el camino del mes, en cualquiera de las modalidades, requiere encontrarse en un momento donde se cuenta con la disposición y los medios para hacerlo. Requiere de una determinación importante de cierta madurez. Algunos, por ejemplo, recomiendan que no se de Ejercicios a quien no ha alcanzado la adultez. Ignacio en particular recomienda que quienes apenas se están acercando se les den unos ejercicios leves o introductorios.


Sin embargo, cualquier persona con sed de Dios y voluntad para hacerlo puede comenzar a beber con la propuesta ignaciana, y poco a poco discernir cómo y cuándo avanzar.


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